Para todos los amigos que aún no lo sepan he abandonado este blog y he abierto otro. Ahora me encuentro en Accés a Maians, lugar en el cual voy colgando las nuevas entradas y donde me gustaría encontraros a todos.

divendres, 3 de setembre del 2010

OBJETOS

Una de las cosas que tanto las guías como algunos amigos que habían estado en Atenas (no todos) me recomendaron vivamente era el cambio de guardia en el Parlamento. Yo no puedo entender por qué los cambios de guardias gustan tanto a la gente. En Londres ocurrió lo mismo: que no me perdiera el cambio de guardia en Downing Street o en la casita adosada de la soberana y su prole. Luego, tras el cambio de guardia, las chicas rubias, los niños y las señoras mayores se acercan a los soldaditos para hacerse fotos. Un poco por fetichismo inconfesable en el caso de las féminas, estoy seguro, y otro poco por tipismo entendido al turístico modo.

En el Parlamento griego cada hora los inmóviles muchachos son sustituidos por otros. Durante esos sesenta minutos está terminante prohibido moverse, ni que sea para algo tan humano como escupir a la vieja que se les pone al lado para hacerse una foto o tocarle las tetas a la rubia que sonríe tontamente. Lo merecerían, claro. Luego, cada quince minutos, los dos soldados inmóviles intercambian sus puestos: el de la derecha se va hacia la izquierda y al revés. Cuando lo leí en la guía imaginé que era para evitar el síndrome de la clase turista. Algún soldadito les caería fulminado de un ictus radical a lo largo de la historia y debieron pensar que un poco de movimiento, ni que fuera marcial, les preservaría la circulación.


Como tenía tiempo y pasaba por ahí me acerqué para fotografiar el ritual horario. Y efectivamente, con puntualidad británica aparecieron por una esquina tres nuevos soldados. El del medio ejercía de guía, los de los extremos llegaban con mala cara para sustituir a los amigos que estaban ya contando los minutos para largarse del sol inclemente (la secuencia de llegada está en las tres fotos superiores). Con esas parsimonias militares que siempre me pusieron enfermo, con esa lentitud vacilona que puede adivinarse, todos se fueron moviendo cual figuras de un reloj antiguo que marcara la hora en punto. Unos se desplazaban hacia atrás, otros se acercaban por el frente, ladeaban sus cuerpos, caminaban alzando exageradamente las piernas para acabar acercándose al lugar de la guardia. Una coreografía perfecta y rancia. Me fijé que había un personaje que observaba atentamente. Era un militar vestido de campaña que mantenía el público a raya sin dejar de observar a sus pupilos.

Una vez los nuevos soldados ocuparon sus puestos de inmovilidad, los antiguos guardianes se colocaron a diestra y siniestra del personaje que acompañaba la comitiva y se alejaron. Los recién llegados ocuparon sus puestos, en los que iban a permanecer durante una hora. (Lo que sigue a la llegada de los nuevos puede verse en las fotos de abajo).



Y entonces, cuando ya todo había acabado, entró en juego el militar de campaña, el que había observado el mínimo gesto a la búsqueda de cualquier defecto coreográfico. Ni corto ni perezoso se acercó a los recién llegados, se sacó una gamuza del bolsillo y se la pasó a los soldados por la cara como si les sacara brillo. Quedé estupefacto. De piedra. Los estaba refregando como si se trataran de unas estatuas de mármol, como si no fueran personas, como si se hubieran convertido en un objeto (naturalmente los otros ni se movían, inmóviles, sin pestañear). Les arregló también el gorro, les ajustó el traje, ocultó algún mechón rebelde y, para acabar, se podrían pensar que como una madre atenta, volvió a pasarles la gamuza por el rostro. Como si sacara lustre a dos figuras de tamaño humano que se había comprado para decorar su jardín. Y los otros dos, convertidos en objetos, comenzaron a aguantar a los turistas que se acercaban mientras el militar de campaña, a lo lejos, contemplaba emocionado a los soldados objetos.




(Esta entrada tendría su punto divertido si no fuera una crítica atroz. Si lo que vi en Atenas no fuera, en realidad, una metáfora terrible)

26 comentaris:

emejota divendres, 03 de setembre, 2010  

Me debo haber levantado irónica de modo que perdona a esta vieja si escribe algo impropio. Te imaginas haber escrito "escupir a la joven que hacía fotos y tocar las tetas a la vieja". Es que me entra la risa floja solo de imaginarlo.
Tu narración me hace pensar que sí, que esta ceremonia implica en el fondo lo que dices, que los soldaditos que van a la guerra no son sino objetos para los "generales", simple carne de cañon, y en este caso conviene tenerla mantenerla bien lustrosa, para que salgan mejor en las fotos. Un abrazo y perdona la broma si hubiera ofendido que no es mi intención pero a estas edades, ya sabes, algo se nos escapa. Un abrazo amigo.

MAMÉ VALDÉS divendres, 03 de setembre, 2010  

Yo me pregunto ¿Para que querán la gente una foto con un soldado? Que se vayan al Corte Inglés y que se las hagan con los maniquis ¿Qué pensarán los quietos soldados de los fotografos y sus modelos? Como decimos por aquí "Hay gente pa´to´" Un saludo.

Anònim divendres, 03 de setembre, 2010  

Ramon....
¿no te parece un poco machista el comentario de... escupir a la vieja o de tocar las tetas a la rubia que sonrie tontamente?...para acabar rematando.." lo merecian, claro".


Estos soldados que se llaman
evzonesno dejan de ser un reclamo turistico, un ritual tradicional, como en España los oficiales montados a caballo de la guardia real en El Pardo, claro que es curioso, cuando los otros se encargan de arreglarles la ropa, el gorro y secarles el sudor con un paño,es verdad... y además creo que les está obligado a no moverse bajo pena de consejo militar.Todo un espectáculo.

Darío divendres, 03 de setembre, 2010  

Es una metáfora terrible ya lo sé, y vale tu aclaración para quienes lo verán, sólo, commo algo divertido.
Pero debo decirte que, tristemente, no me he parado de reir al leer el texto.
La situación es tan pero tan absurda y vos, lo contás con tanta altura, que no parece otra cosa que una escena kafkiana o quizá, una de esas, tan incomprensibles, de Ionesco.
Un abrazo.

Isabel Martínez Barquero divendres, 03 de setembre, 2010  

Pues me he reído mucho, a pesar de la crítica anti militarista que contiene. Como me reí en Atenas cuando los vi en esas faenas protocolarias, como me reí en el Vaticano con la guardia suiza.
Son gestos forzados, movimientos de piernas no naturales, hieratismo de estatuas.

Te entiendo, amigo, y comparto tu asombro, aunque yo tomé esa contemplación como algo festivo, herencia de unos usos que, por fortuna, ya no perviven en los ejércitos con esa rigidez, que sí con otra no por ello menos asfixiante.

Un petó ben fort.

Edmundo divendres, 03 de setembre, 2010  

Y eso ha de ser en lo que se convierten los hombres en este mundo: objetos.

Eastriver divendres, 03 de setembre, 2010  

Emejota, que no ofendes, ¿cómo vas a ofender? Pensé yo escribir "o viceversa" en lo de escupir y las tetas. Era un broma mía que celebro que hayas tomado con sentido del humor. Es que a veces lo políticamente correcto nos frena en algunas cosas, en estas bromas. Yo me las permito solamente cuando llevan algún tipo de crítica implícita, como en este caso. Un beso enorme.

Mame, para qué querrá la gente una foto con un soldado, eso digo yo.Fetichismo, no lo dudes. Alguna habrá que colecciona soldaditos. No, si no me parece mal. La sexualidad humana es un mundo que cada cual satisface como quiere. Un abrazo.

Anna, corazón, supongo que todos podemos caer en el machismo o la homofobia, nadie está libre de caer en eso, por mucho que lo evite. Pero te puedo decir también que personalmente no me considero machista para nada. El comentario pretendía ser un poco gamberro nada más. Y lo gamberro siempre me ha gustado como forma de crítica. Por una lado está la crítica severa, grave, pensada. Y luego el improperio divertido y metafórico, irónico. Esa era la intención: porque lo cierto es que son las mujeres quienes se ponen con el soldado de turno, mayores y jovencitas, y los niños. El día que se ponga un tío ironizaré sobre la pluma y los paquetes, ni lo dudes. Un besazo y gracias por la información.

Eastriver divendres, 03 de setembre, 2010  

Curiyó, pones el acento en lo absurdo que es mucho. Un abrazo, lobo!

Isabel, hablas de los movimientos de piernas, es justo lo que más me llamó la atención. Yo creo que Lina Morgan estuvo viendo a estos soldados antes de crear su personaje... Y hablas luego de la rigidez actual, diferente aunque tan asfixiante como la anterior. Es cierto: el ejército sigue siendo asfixiante, supongo. Pero me parece genial que ahora sea voluntario, aquí al menos. Que quien quiera asfixiarse lo haga por decisión propia y no por imposición. Un abrazo.

Sí, los hombres acabamos Edmundo convertidos, todos, en objetos, de una forma o de otra. Pero hay formas de cosificación mayores como el ejército. Si conviertes a tu semejante en una estatua te importará menos que lo vuelen por los aires con una bomba, digo yo. Un abrazo.

mariajesusparadela divendres, 03 de setembre, 2010  

Buena crítica , Ramón. Pero eso debe ser algo así (solera aparte) como los programas de la tele: si nadie les hiciera caso, desaperecerían.

José Vte. divendres, 03 de setembre, 2010  

Por supuesto que yo ya conocía, por haberlo visto en Tv lo del cambio de guardia, tanto esta como la de Londres, con su parafernalia absurda, con esos pompones, y los andares marciales y un tanto ridículos, pero lo que no sabía, ni me lo hubiera imaginado nunca es el detalle de la limpieza del rostro con una gamuza a los soldados, sencillamente alucinante y denigrante.

Por cierto hacía mucho tiempo que no oía hablar tanto de hombres objeto, y eso tiene su gracia.

Un saludo

Anònim divendres, 03 de setembre, 2010  

Gracias Ramón...es que estoy susceptible...lo entiendo perfectamente....
Permiteme esta broma:
El cambio de guardia en Sintagma
con humor.

Carlos divendres, 03 de setembre, 2010  

Soldaditos de plomo de cuento de hadas recuerdan estos monigotes turísticos. Reclamo turístico sí,pero penita me dan los pobres muchachos bajo el tórrido sol veraniego. Podían dejar un botecito para las monedas, como nuestras casi siempre poco imaginativas estatuas de la Rambla barcelonesa, para intentar ayudar a sobrellevar su galopante crisis. Me ha divertido y entretenido mucho tu relato tan bien traído. Un abrazo.

Eastriver dissabte, 04 de setembre, 2010  

Querida María Jesús, ojalá desapareciera todo lo que es símbolo de opresión... De todas formas igual les pagan bien, aunque lo dudo. Mientras les traten decentemente allá cada cual si quiere vestirse de faraón o quiere vestir de faraones a su guardia pretoriana. Un abrazo.

Jose, la palabra pompones me ha hecho sonreir... ¿te has fijado los pompones de los zapatos? Leí que cada zapato pesa doce quilos. Y suben la pata hasta la altura del hombro. Sólo por eso, por el ejercicio que hacen, ya vale la pena ser soldadito griego. Un abrazo.

Anna, me he muerto de risa esta tarde cuando he visto la foto... ¿No son los hombres de Paco? Puees eso, mariquitas todos, jajajaja, porque ya me dirás, al lado del soldadito... jajaja. Bueno, yo a veces me las doy de tener sentido del humor pero debo reconocer que tu me ganas. Una abraçada molt forta y ánimo!

Carlos, pues sería una idea buena, no te pienses (lo cual demuestra que tienes madera de empresario a lo grande): que los soldados vayan recogiendo euros para la causa, porque total, van a estar igualmente ahí formando, pues que resulte productivo para el país. Abrazos.

Stalker dissabte, 04 de setembre, 2010  

Hermosa crónica que me entra de una manera especial porque, como sé que te ocurre, tengo alergia a las exhibiciones marciales de cualquier índole, por más que éstas quieran inflamar "inocuamente" el espíritu del viajero.

Mirada y búsqueda del intersticio. Tu ojo se adelgaza...

abrazo

Thornton dissabte, 04 de setembre, 2010  

Cuando hacía guardia en mis garitas, siempre me dormía.

Magnífica crítica y no pierdas ese punto gamberro, te sienta muy bien.

Un abrazo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XX dissabte, 04 de setembre, 2010  

Ramon, comparto contigo el absurdo de la liturgia militar, el absurdo de los ejércitos y el absurdo de esas pantomimas públicas que no hacen más que reafirmar lo que tu explicas bien: que para un militar el soldado no es una persona, es un objeto suceptible de utilizar en aras de matar más que el enemigo.

Cuando describes los cambios y las evoluciones de los "guardianes" a izquierda y derecha no he podido dejar de relacionarlo con la política: todos moviéndoese a un lado y a otro para que todo siga igual...

¡Salud Ramón!

Eastriver dissabte, 04 de setembre, 2010  

Stalker, habrás comprobado que también tengo alergia a eso, pero si además hay una bandera que besar, que en este caso afortunadamente no la había, ya es para salir corriendo. Un abrazo.

Thornton, sí señor, sobándose en las guardias. ¿Existe mayor gamberrismo que ese?

MJ, lo de la izquierda y derecha obviamente también lo pensé yo mientas lo escribía. La política es un poco una danza como esa, una coreografía que parece muy seria pero que luego, si rascas un poco, resulta que es fachada solamente. ¿Facha-da dije? Ese subconsciente... Una abraçada.

NINA dissabte, 04 de setembre, 2010  

Yo creo que los soldaditos están allí por su propia voluntad. No creo que se enrolaran a punta de pistola...
O la milicia es obligatoria en Grecia?
Cuando uno asume un trabajo sabe perfectamente a qué atenerse, y ésto forma parte del paquete...

En serio pensás que una vieja o una rubia merecen que se las escupa o que les toquen las tetas?
Por ahora, vieja no soy.. y gracias al cielo rubia tampoco!

Eastriver dissabte, 04 de setembre, 2010  

Nina, si es voluntario allá ellos. Pero si es obligatorio, como era en España hasta hace una década, ni te cuento. De todas formas, incluso siendo voluntario la cosificación es asquerosa. Y además lo de la libertad me parece dudoso en muchos casos. Es voluntaria la milicia en los USA pero yo no diría que es del todo libre: siempre son los mismos desgraciados los que van a las guerras. Por otro lado, ¿dudas de que hay viejas enormemente escupibles? ¿o rubias que...? En fin, que incluso la libertad que tú proclamas tiene sus trampas si queremos verlas. Un abrazo.

Marcos dissabte, 04 de setembre, 2010  

Este artículo tuyo demuestra lo encorsetada que está aun parte de la sociedad. La fuerza de la costumbre. Yo siempre he preferido la espontaneidad simple y natural.
Un petó i molt bon article.

Isabel Barceló Chico diumenge, 05 de setembre, 2010  

Ese tipo de cambios de guardia al parecer gozan de predicamento entre los turistas. Lo que no había oído nunca contar es lo del militar que luego los "apaña" y les saca lustre para queden mejor (¿No sería que les limpiaba el sudor?). La condición del soldado queda así claramente definida: una ficha en un tablero, un objeto que se sustituirá por otro cuando caiga, alguien cuya función es estar ahí, matar y dejarse matar y, sobre todo, estar callado, mudo, sumiso.
En fin, querido amigo, me quedo yo también con ese cierto regusto amargo en la boca. Un abrazo muy fuerte y hasta pronto.

Miguel Baquero diumenge, 05 de setembre, 2010  

La parafernalia militar de los cambios de guardia la he visto en muchos sitios, pero eso de sacarle brillo a los soldados te juro que me ha dejado atónito. ¿Es posible? Me quedo perplejo

PACO GÓMEZ dilluns, 06 de setembre, 2010  

he aquí la procedencia, el hontanar de donde surgió irremisiblemente el término gilipollez y tods du familia léxica. Un abrazo, amigo.
Paco

ARO dilluns, 06 de setembre, 2010  

Se trata de un rito absurdo. ¿Qué diría un extraterrestre si a su llegada a nuestro planeta viera un cambio de guardia de ese tipo? ¿Qué contaría a su regreso al planeta de origen? ¿Comentaría que hay seres humanos que están mal del coco y que les da por jugar a los soldaditos?

Antonio dilluns, 06 de setembre, 2010  

Amigo Ramón, me ha gustado tu relato en la forma y en el fondo. A mí me ha llevado a la tremenda reflexión de que el hombre, en su poder, quiere dar vida al sumiso muñeco, a la vez que quiere hace de los otros hombres muñecos sumisos y articulados que se mueven en función de sus órdenes. El soldado, y este caso más, es un ejemplo de la samisión del hombre al poder y a sus normas, hasta la misma muerte... De ello se nutrió el poder a lo largo de la historia.
Un abrazo

Montserrat Sala dimarts, 07 de setembre, 2010  

Bon dia Ramón: Jo penso que desde el moment que els fan convertir en estátues, etán tan mentalitzats, de ser-ho, que s'hi tornen. Són de pedra de guix, d'acer. Si els empentessin segur que cauríen tots d'un peça i ves a saber potser es trancarien.
Déu éseer importat aqustes parades militars, perque hi són a molts païssos. Hi són Txequia, a Dinamaree a Anglaterra, a Noruega i a Suecia, Sense estalviar-nos la colorista parada del Vaticà. Ja se sap: Bibir para ver

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