Para todos los amigos que aún no lo sepan he abandonado este blog y he abierto otro. Ahora me encuentro en Accés a Maians, lugar en el cual voy colgando las nuevas entradas y donde me gustaría encontraros a todos.

dissabte, 23 d’abril del 2011

RETORNO PARA HABLAR DE LAS CONSULTAS

Hace un mes y medio me tomé un descanso de este blog. Pero dije también que seguiría unido al blog colectivo Grito de Lobos, publicando alguna entrada ocasional, como hago desde hace más de un año.

Ahora acabo de poner allí una entrada sobre la consulta independentista de Barcelona del 10 de abril. Si estáis interesados en saber qué pienso sobre ese tema, os llevo directamente a la entrada en cuestión. Y os saludo muy afectuosamente, como siempre.

Podéis leerla AQUÍ.

Artículo originalmente publicado en Grito de Lobos:

El domingo 10 de abril se vivió en Barcelona un referéndum sobre la independencia de Catalunya. Pero, seamos sinceros, no era exactamente un referéndum. Ya sé que los referéndums no son necesariamente vinculantes, pero suele suceder que tienen a los partidos políticos detrás, que tienen también su consiguiente campaña de petición de voto en uno u otro sentido, una abundante y cargante campaña mediática con publicidad institucional en la tele y la radio y pasquines por todas partes, su jornada de reflexión, sus colegios electorales, una jornada previa que recibe el nombre de jornada de reflexión, debates televisivos y radiofónicos, entrevistas a los líderes, mítines multitudinarios y encuestas de prospección de voto... El referéndum del día 10 en Barcelona, que no tuvo ninguna de esas cosas, no fue por tanto un referéndum. Por no tener, no tuvo ni colegio electoral propiamente dicho. El colegio electoral era un tendal para guarecerse del sol, porque las urnas (eso sí había) estaban en plena calle, en pequeñas plazas, en cruces de calles. Más que un referéndum fue algo así como una colecta de firmas sobre un tema determinado. Una Iniciativa Popular o algo parecido.

Algunos podrían pensar que sí hubo campaña mediática. Pienso que, si la hubo, fue paupérrima. Y abundantes posicionamientos a favor de la no participación. Por ejemplo, el segundo periódico más importante de Catalunya (El Periódico) pidió dos días antes, desde la portada ni más ni menos, la abstención. Aquel “Així, no” invitaba también, en caso de votar, a hacerlo por el no. El primer periódico (La Vanguardia) pasó de puntillas toda la semana sobre el tema y no le dio ninguna importancia. TV3 sí lo comentó, pero sin llegar a animar a nadie para que acudiera a votar. Los periódicos Ara y Avui, los únicos que hicieron campaña más o menos activa, son ciertamente muy minoritarios. Quienes animaron, los únicos casi, fueron Pujol y Mas que, con su voto, contribuyeron a poner ese referéndum sobre la mesa. Sin ellos es indudable que se hubiera hablado mucho menos de esta especie de pseudo-referéndum.
Resultaba esperable que sólo acudirían a ¿votar? los muy convencidos de la independencia. Los independientes radicales, si es que tiene algún sentido decirlo así. Era lo esperable. Pero el viernes antes, al despedirme de una compañera de trabajo claramente independentista, le pregunté si acudiría a votar y me dijo que no, que esta votación “és com un acudit” (parece un chiste). Si ni siquiera los muy convencidos votan, pensé, esto será un desastre.

El mismo domingo del referéndum, ya de buena mañana, se vio que de desastre nada. Y el resultado final es de los que hacen pensar. Me corrijo: deberían hacer pensar, porque ya sé que muchos no se tomarán siquiera la molestia. Un 18% sobre censo, un 21% sobre votantes, en cualquier caso más de 250.000 barceloneses. Nunca me hubiese atrevido a sospechar una cifra tan alta, ciertamente.

A veces hay momentos sin una importancia especial que se nos quedan grabados en la mente con una nitidez inusitada. Por ejemplo, una ocasión en que con un grupo de amigos, hará cosa de diez o quince años, especulamos con la cantidad de gente que acudiría a votar en Barcelona a un hipotético referéndum sobre la independencia. Recuerdo que tomamos la cifra inicial de cien mil hipotéticos votantes como cifra redonda. ¿Acudirían cien mil barceloneses a las urnas? La respuesta fue masivamente negativa. Treinta mil nos pareció una cifra más ajustada. Treinta mil independentistas en Barcelona (porque siempre pensamos que el independentismo era algo más propio de la Catalunya rural). Ya sabemos que el resultado en este pseudo-referéndum ha sido de 230.000 afirmativos. Lo que ya no sé es si el independentismo barcelonés estaba muy escondido o ha crecido alarmantemente en estos últimos años.

¿Qué pasaría en un referéndum serio, con sus colegios electorales, su campaña, su jornada de reflexión, su movilización mediática? ¿Qué ocurriría en un referéndum oficial, en un referéndum de esos en que votan tanto para el Sí como para el No los no necesariamente muy convencidos?

Da igual. En el fondo no vale la pena seguir por ese camino, el de la especulación política. Más interesante resulta seguramente el del análisis. ¿Por qué tanta gente votó por el SÍ? ¿Cómo es que tantos catalanes se han hecho independentistas? Recordemos que de los 947 municipios catalanes se han celebrado consultas en 554, y que el número de votos afirmativos se eleva a más de 800.000. Es decir, más de 800.000 catalanes que han optado por votar en un referéndum que no sirve absolutamente para nada. Hasta los huevos estarán, como mínimo.

Lo percibo desde hace bastante tiempo: el independentismo va en aumento en Catalunya. Porque el encaje de Catalunya en España es, me parece a mí, conflictivo, no está resuelto, no parece que nadie lo quiera resolver y, mientras tanto, no contenta a nadie. Porque la sentencia del Tribunal Constitucional diciendo que Catalunya no es una nación aquí nos sonó a traición absoluta. Porque observamos cómo España sigue queriendo una España castellana frente a una España verdaderamente plural y plurinacional. Lo noté también en las últimas elecciones autonómicas: se está dando, como en Euskadi, una agrupación en dos grandes bloques, los nacionalistas y los constitucionalistas. Y algo que es seguramente más notable aún: hace años el independentismo pertenecía a las filas de Esquerra Republicana. Hoy ya no: lo hay en las filas de otros partidos históricos como Convergència, Unió, Iniciativa e incluso PSC (muy solapado aún), amén de nuevas formaciones como Solidaritat o Reagrupament. Es decir, se ha extendido. En la misma proporción con la que se ha extendido el malestar.

¿Saben qué es lo que ocurre en Catalunya? Que, como en todas partes, depende de quién te cuenta la historia, te la cuenta de un modo o de otro. Los que se sitúan en el lado de los constitucionalistas no piensan que nada sea tan grave, ni que lo que dijo el Constitucional fuera tan malo, ni que en el fondo haya tanto independentismo en Catalunya. En cambio quienes se sitúan del lado del soberanismo conforman un grupo de personas que se sienten mal en su relación con España, que no se sienten respetados, que perciben que pagan muchísimos impuestos y no ven demasiado claro que la distribución sea luego justa del todo, que se sienten molestos con infinidad de cosas y campañas anticatalanas, que están cansados de tanto hacer pedagogía y de tanto defender evidencias, que sienten que el maltrato histórico indudable pervive. Y lo que es peor: que todo ello les duele (porque a quienes no les duele son quienes se sitúan del otro lado, y santas pascuas).

No sé si esto tiene solución. No sé si Catalunya será algún día independiente (en el fondo, creo que no, porque para conseguir la independencia se precisa rabia, y eso creo que sí que afortunadamente no existe). No sé si las aguas volverán a su cauce y la efervescencia independentista desaparecerá. Lo que sé es que hay mil cosas que no ayudan. Las declaraciones de ZP riéndose casi del 18% de barceloneses que votaron, eso, por ejemplo, no ayuda. Y tantas otras cosas.

¿Y yo? ¿Qué hice yo el 10-A? (Lo cual equivale a contestar en cuál de los dos grupos antes comentados me sitúo). Yo voté.

He apostado toda mi vida por el entendimiento con España. Por el Estado Federal que nos permita estar cómodos a todos. Pero este sueño se aleja, o más claramente no se acerca. Y ya estoy cansado de dos cosas: de esperar y de hacer pedagogía.

El independentismo es una opción política que merece respeto. Difícilmente se puede ser demócrata si no se permite a los pueblos que libremente puedan elegir, si así lo piden. Y la ruptura de los lazos directos no implica ningún otro tipo de ruptura. Verán qué quiero decir.
En septiembre de 2010 el Ayuntamiento de Barcelona invitó a un gran poeta bilingüe, llamado Joan Margarit, a que dictara el pregón de las fiestas. Y todo el mundo se llevó la sorpresa del siglo. Porque Margarit, que no era independentista, que jamás lo había sido, soltó de repente una perorata a favor del independentismo. Como tantos otros, se había pasado de bando. Valió la pena ni que fuera para intuir la incomodidad que sentía ese impresentable que se llama Jordi Hereu.

Quiero rescatar un párrafo de ese pregón memorable y dedicarlo a todos los amigos de fuera de Catalunya.

“Pero este cambio de relación (con España, que él acababa de proponer en su discurso) tendrá como elemento fundamental lo que me dijo mi amigo y gran poeta castellano Luis García Montero cuando terminamos una de nuestras conversaciones sobre este tema: `Joan, garantízame que tu amistad nunca se independizará de nosotros´”

Como bien sabe García Montero una cosa son las fronteras, que pueden cambiar, y otra los afectos.

En cualquier caso, muchos catalanes sentimos que ha llegado ya el momento de reivindicar, en afortunada expresión de Lluis Llach, nuestras propias "primaveres lliures".

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