Para todos los amigos que aún no lo sepan he abandonado este blog y he abierto otro. Ahora me encuentro en Accés a Maians, lugar en el cual voy colgando las nuevas entradas y donde me gustaría encontraros a todos.

dijous, 23 d’agost del 2012

Norte

Éste es el título de mi nueva entrada. La podéis leer en mi blog (Accés a Maians), o entrando a partir del siguiente ENLACE.

dilluns, 20 d’agost del 2012

Lascia y otros autoplagios

Podéis leer esta entrada en mi blog, a partir del siguiente ENLACE.

diumenge, 12 d’agost del 2012

Mentiras y verdades

Desde las tierras del norte os remito a la nueva entrada de mi blog. La encontrareis en el siguiente ENLACE.

diumenge, 5 d’agost del 2012

Ana

La noticia del despido de la periodista Ana Pastor genera mi homenaje, y confirma certezas. Podéis leerlo, y verlo, en mi blog, en el siguiente ENLACE.

dijous, 2 d’agost del 2012

Van Dyck, Vermeer y el jinete polaco

Éste es el título de la nueva entrada de mi blog. Se puede leer yendo al blog, o si se prefiere, entrando a partir del siguiente ENLACE.

dilluns, 30 de juliol del 2012

Toc

Éste es el título de la nueva entrada de mi blog. Para saber qué significa Toc, podéis ir a mi blog Accés a Maians a través del siguiente ENLACE.

dijous, 19 de juliol del 2012

Manifestación

Salgo dentro de unos minutos a la manifestación de hoy jueves. Cuento mis motivos en mi blog, en el siguiente ENLACE.

dilluns, 16 de juliol del 2012

Mercurio

Si queréis leer mi nueva entrada tendréis que ir a mi nuevo blog, Accés a Maians. En concreto a la entrada del siguiente ENLACE.

dimarts, 10 de juliol del 2012

La monja bajo el limonero

Éste es el título de mi nueva entrada. La podéis leer en mi blog Accés a Maians. Aquí está el ENLACE.

divendres, 6 de juliol del 2012

La Resi

¿Qué es la Resi? ¿Dónde está? ¿Quién vive o vivió allí? ¿Qué representa?

En fin, preguntas. La respuesta en este ENLACE.

Aprovecho para aclarar que sí, que este blog ya no está activo, en él sólo estoy anunciando durante este tiempo inicial las entradas que voy poniendo en mi nuevo blog, el actual, el que sustituye a éste.

dilluns, 2 de juliol del 2012

Toros

Mi nueva entrada, como siempre en mi nuevo blog, trata de un tema de gran actualidad. Podéis leerla entrando en este ENLACE.

dimarts, 26 de juny del 2012

Instantes decisivos

Un instante decisivo se da cuando uno se va haciendo mayor y observa cómo su relación con las personas va cambiando poco a poco. Éste es el título de la nueva entrada de mi blog Accés a Maians. Aquí el ENLACE.

dissabte, 23 de juny del 2012

Negar la obviedad

Eso es lo que hace de forma casi diaria el Partido Popular en muchos temas diversos, sin ninguna vergüenza al ridículo. Es el tema de mi nueva entrada en mi nuevo blog. Éste es el ENLACE.

dimecres, 20 de juny del 2012

Una propuesta para el verano en Barcelona

Me atrevo a hacer una propuesta para quienes sean de Barcelona o vayan a visitarla algún día de este verano que justamente hoy empieza. Podéis leerla en mi nuevo blog. Éste es el ENLACE.

divendres, 1 de juny del 2012

LA NUEVA MAIANS

Bienvenidos a la nueva Maians. Tomad la llave y seguid el hilo.

divendres, 25 de maig del 2012

MUDANZA

Hace dos años comencé este blog. Era el segundo; el primero lo mantuve también durante dos años. Como dije en la primera entrada de El far "me propongo ir plantando cosas y amigos en la isla que ya tiene un faro". Decidí cumplirlo. A lo largo de este tiempo he ido plantando amigos y también recuerdos. La síntesis de estos recuerdos se encuentra en el lateral de esta página, donde he ido poniendo todo lo que tiene la isla ("¿Qué hay en Maians?")

En aquella primera entrada de este blog expliqué el motivo del título. Maians fue una isla que ya no existe: una isla que los sedimentos formaron delante mismo de la costa de Barcelona. El tiempo y los sedimentos posteriores eliminarion Maians: la isla acabó convertida en tierra firme. La línea de la costa se iba adelantando, lo que era mar acababa convertido en tierra, también el agua que circundaba aquel islote. La isla de Maians estuvo situada aproximadamente en la zona donde actualmente nace el barrio de la Barceloneta, muy cerca de la plaça Pau Vila y no lejos de la entrañable Estació de França.
Maians, ese nombre misterioso y paradójico de una isla que de tanto crecer acabó por desaparecer, me pareció ya entonces un buen nombre para mi blog. A la vez Maians, por sinécdoque, simboliza a toda Barcelona. El conocimiento de Maians lo debo, como tantos, al gran Quim Monzó que publicó hace años una colección memorable de relatos que tituló L'illa de Maians (inciso: qué gran narrador es Monzó y qué desconocido es todavía en la mayoría de rincones del solar hispánico). Seguramente, lo que menos me gustó entonces del nombre de mi nuevo blog fue la idea de faro, que inevitablemente tiene esa connotación de señero, de verdad proclamada. Para mí faro era punto de referencia, lugar para el atraque, promesa de puertos; en ese sentido lo puse.

Recientemente me he visto obligado a poner las molestas letras de validación de comentarios porque recibía spam diario muy molesto (muchos me habéis pedido que las quite: si me vi obligado a ponerlas fue por ese motivo). Como reconozco que estas letras son bastante ingratas y puesto que no puedo quitarlas si no deseo verme bombardeado de nuevo con publicidad diversa, he optado por cambiar de blog y de plataforma. Me paso a Wordpress.

Me quedo en Maians, que es tanto como decir que me quedo en mi país físico y en mi país mental, pero dejo de lado el faro, por la dudosa interpretación que comentaba antes. La próxima semana os daré la dirección, porque se me hace necesario seguir contando con vosotros en mi nuevo blog.

dissabte, 19 de maig del 2012

LITERATURIZAMOS

Recuerdo que en un curso que hice sobre creación literaria el profesor nos retó, el primer día, a que diéramos una respuesta práctica a la pregunta ¿Para qué sirve la literatura? Práctica, dijo. Salieron las cosas esperables. Por ejemplo, para culturizarnos con el fin de ser mejores. Pero es discutible: no siempre la gente culta es mejor. Ni siempre, con más cultura, eres más feliz (lo digo en unos momentos en que parece que los únicos felices puedan ser los ignorantes). No: si la pregunta tenía una respuesta práctica no era esa. Otras respuestas perfilaban más: la literatura abre puertas y sacia nuestra curiosidad. O abre puertas y plantea infinitos interrogantes (esta última me gustó más porque es más borgiana). O sencillamente porque la lectura resulta un placer que acaba siendo, por voluntad, inevitable. Porque, por tanto, nos enriquece el alma. Porque permite acceder a realidades no materiales de nuestra existencia. Porque nos enseña a mirar más y mejor. Porque implica alimentar la imaginación que tiene, en sí misma, un potencial inagotable.

Todas esas resultaban respuestas convincentes. La literatura valía la pena, estaba claro. Pero no fue ninguna de ellas la que más me llamó la atención. A lo largo del coloquio alguien propuso otra respuesta que nos convenció más. De hecho, cada vez me convence más. La literatura sirve para saber contarnos nuestra propia vida. Muchos dirán que eso es una tontería, y yo no lo creo. Si literaturizamos nuestra existencia la dotamos de sentido, y eso, en la práctica, algún tipo de beneficio ha de aportar.

Yo siempre he pensado que, acaso por influencia de la literatura, sé contarme mi vida. Le busco señales, relaciones, símbolos, metáforas. Me divierten los episodios cómicos y los acentúo, como si habitara una comedia elevada. En los momentos duros (si no son muy duros) sé distanciarme lo suficiente como para verle las aristas dramáticas. Normalmente relato mi vida a los míos y, tras añadirle algo de sal y pimienta, utilizando los viejos recursos de la narratividad, acabo pensando que mi vida no es aburrida (ya es mucho). Naturalmente, para este ejercicio, uno debe convertirse en personaje. Procuro ser un personaje amable, y no cargar las tintas en nada: ni en lo gracioso, ni en lo valiente, ni en lo listo (tampoco en lo cobarde ni en lo simple). Los personajes con las tintas cargadas siempre me cayeron mal. El no va más de la literaturización es cuando en una sola vida, la de cada uno, eres capaz de interpretar diferentes personajes, según el contexto: un profesor serio y severo, un amable y entregado vecino, un amigo divertido siempre con la anécdota a punto, un buscador de tópicos, referencias y mitologías, un flâneur que trasciende los paisajes (o lo intenta). Supongo que nos ocurre a todos. ¿Que no hay defectos? Bueno, esa sería la otra cara de los personajes, pero uno mismo no es quién para juzgar. Que juzguen los otros. Y que tengan la misma generosidad con los defectos ajenos como la que tenemos para los propios.

Pero la tendencia a literaturizar tiene un exceso en el que procuro no caer nunca. Es un defecto incómodo, que destruye la verdadera naturaleza de saberse contar la propia vida. O no. Lo mismo que hay novelas realistas y otras expresionistas, puede que ocurra lo mismo con las vidas contadas de cada uno.

A este respecto recuerdo que, en mis años universitarios, tenía un amigo poeta, compañero de clase. Poeta de altura, no se piense. Había ganado algún premio destacado y escribía francamente bien. Sus poemas anunciaban un mundo interior muy denso y una vida intensa a muchos niveles. Por esas casualidades de la vida le presenté a una amiga. Y, también por esas casualidades, iniciaron una relación. Su historia duró unos meses, tiempo más que suficiente para que mi amigo construyera un poemario arrebatado de su historia de amor. Nos reuníamos en aquellas noches de cerveza y porros, y él nos leía sus poemas, con mi amiga y amante suya presente. Nosotros nos arrobábamos, y escuchando los poemas creíamos asistir como espectadores a una historia de amor única. Mi amigo comenzaba a glosar las miradas que él y su amada se dedicaban, sus silencios, cierta noche en que escucharon Schubert, el paisaje que podía divisar desde la ventana cada vez que acudía a casa de ella para pasar la noche, los instantes mágicos en que ambos se quedaban abrazados pronunciando palabras en voz baja para hacer eterna la noche, el hilo que estaban tejiendo que lograba mantenerles unidos incluso cuando no estaban juntos. Entonces, en pleno fervor poético, nosotros mirábamos a mi amiga, pensando que era una chica afortunada, pues un amor tan pleno no se vive cada día. Y, sorprendentemente, mi amiga parecía extrañada mientras escuchaba a su amante: iba negando levemente con la cabeza como tratando de espantar una idea inoportuna. Un día la felicitamos fervorosamente: estaba viviendo una historia poética, plena, maravillosa. Ella se nos acercó y nos explicó su versión. Que no, que no era cierto. Que no era verdad lo que contaba el chico en sus poemas. Que estaba muy bien, eso sí, que le gustaba estar con él, pero que ni miradas, ni silencios, ni palabras, ni Schubert, ni hilos misteriosos.

- Llega, follamos, charlamos un rato y se larga. Ni más poesía ni más hostias, que os juro que no. Que se lo inventa todo, Que eso sólo existe en sus poemas.

Si no la hubiera conocido hubiera pensado que era un alma negada para la sensibilidad, incapaz de captar la profundidad del otro. Obviamente no era así.

El exceso que decía antes es ese: literaturizar hasta el extremo, convirtiendo tu vida en un pura mentira de arriba a abajo. También trato de no caer en eso que, por otra parte, puede que sea en realidad una puerta a la felicidad.

dissabte, 12 de maig del 2012

RIEN DE RIEN

Hace dos años y medio expliqué en mi otro blog de qué estaba hecho el mundo. Durante mi visita al museo de arte moderno de Bruselas descubrí el planeta pintado de verde. Todos se acercaban, todos miraban, algunos hacían fotos y una vez cerca de la escultura descubrías que era un bola del mundo hecha de cucarachas coloreadas.


Y yo, que soy aficionado a las metáforas y a las señales, pensé que el artista había estado muy acertado. Bruto, pero acertado.

¿Dónde fue lo de la montaña? En Liverpool, en el espantoso museo de la Tate Gallery de Liverpool (nada que ver con sus hermanas, la Tate Britain y la Tate Modern de Londres, fantásticas ambas, por lo cual se demuestra que también ahí ocurre lo de quedarse lo bueno en la capital y repartir las sobras por las provincias). En esa Tate vi una montaña y vi de qué estaba hecha. De semillas de girasol.

Ves una cosa así y normalmente te quedas un poco frío. Artísticamente frío. Yo al menos. Siempre me ha gustado el arte, siempre entendí que Duchamp pusiera un urinario en una exposición para provocar y despabilar un arte aburguesado y dormido, siempre me coloqué del lado de epatar a los burgueses, he entendido siempre el papel del artista como reactivador de la vida y como incesante caminante por los lados menos cómodos. No, nunca me he considerado un conservador en la forma de entender el arte. Pero también desde siempre he pensado que lo que estuvo muy bien en su momento se ha convertido en postura, que lo que en su momento fue necesario ha acabado acogiendo gente con poco o nulo talento pero con mucha cara dura. Por ese motivo los museos de arte contemporáneo me parecen un pitorreo, un acopio de la tontería humana, el paraíso de cuatro trepas que muchas veces no tienen ni arte ni gusto pero a los que sus habilidades sociales les han permitido vivir de su mentira. Mi límite está en Pollock, que no me chifla nada pero tampoco me disgusta. Por cierto, Pollock tiene una suerte: sus obras son tan parecidas las unas a las otras que ves una y es como haber visto su obra completa. Como si fuera posible resumir la novelística de Proust arrancando la primera página de Swann. Todo un mérito.

Que nadie piense que desprecio la abstracción. No, en su momento tuvo sentido y me gusta, incluso la que se hace ahora, si se hace bien. Me gusta Juan Gris, o los coloristas Kandinsky y Klee. También Miró (algunas cosas), o Tapies (qué impresión emotiva me provocan siempre sus pinturas) o Antonio Saura, que es de lo más desasosegante. Mi crítica en este caso se refiere a una sociedad que ha perdido el norte y que acoge en sus museos los absurdos más espantosos.

Cuando llegamos a la parte contemporánea de un museo (porque a museos de arte contemporáneo ya ni vamos) nos reímos mucho. Agarro la cámara y con una reverencia ridícula registro esas obras de arte excelsas que me parecen lo que son: la tomadura de pelo del siglo.

Hoy quiero traer dos ejemplos: el primero es el de los monocromos. Véanlos. Deléitense. Les regalo un par. Y no olvidemos que alguna pintura monocroma ha dado lugar a nombres de diversas tonalidades de color: así tenemos el azul klein, invención inmortal del pintor Yves Klein, eminente experto en el arte de los monocromos (tiene, a mi modo de ver, el mismo mérito que el mezclador de colores de la Titanlux, que es muchísimo).



Y el segundo ejemplo; el de los bodegones matéricos (el nombre es mío). Condición para un buen bodegón matérico: debe estar construido a partir de materiales diversos reciclados de los vertederos de la modernidad. Son un tipo de arte muy exigente: quieren superar el cuadro, sus dimensiones, y recurren a escaparse de sus límites. Así, el resultado, es un híbrido entre el objeto artístico y la performance participativa. Cualquier cosa es válida, y el desorden es un plus (Ramón Gómez de la Serna, fascinado con el Rastro madrileño, fue un precursor en tantas cosas): materiales diversos (así es matérico, palabra que les encanta), luces, espejos, ropa (no me digan que no tiene mérito el montón de ropa sucia tirada en un rincón. Juro que no es mi casa: lo vi en la Tate de Liverpool, que como ven es una mina) o una escultura construida con montones de rebanadas de pan Bimbo que van pudriéndose. Así, lo matérico se fusiona (otra palabra fetiche) con una meditación sobre el paso del tiempo y con las oquedades del hombre contemporáneo. Ahí es nada. (Pero nada de nada).






divendres, 11 de maig del 2012

ELLAS

dissabte, 5 de maig del 2012

APUNTES SOBRE PSICÓPATAS

A veces, leer el periódico, nos procura una sonrisa. Son las menos, pero a veces ocurre. Hace un tiempo, leí la noticia de un simpático gallego que robó una figura de San Pedro de una iglesia de Ourense. Lo que él no sabía es que estaba robando una copia del original previamente robado hace treinta años. Es decir, que se le anticiparon. Pero lo bueno del caso es que, ya con la imagen que él creía auténtica en su poder, soñando con venderla a un anticuario sin escrúpulos y ganar acaso tanto dinero como el mítico Eric el belga, comenzaron a ocurrirle desastres. Su novia le dejó plantado, y el coche se le incendió. El pobre gallego miraría la imagen del santo robado y comenzaría a sentir el peso de la conciencia. Achacaría los desastres a alguna fuerza sobrenatural. Ni corto ni perezoso, y con el fin de acabar con el castigo del cielo, cogió la figura con las manos y fue, obediente, a devolverla a las autoridades. De lo cual se deduce que el mafioso nace pero no se hace.

Permitidme ahora un apunte biográfico, aun a riesgo de dispersar excesivamente esta entrada. Hace no mucho me encontré en una librería con el libro ¿Es usted un psicópata? firmado por un tal Jon Ronson. No lo compré porque tengo ya infinidad de cosas que esperan a ser leídas. Pero luego, una vez en casa, sí busqué información y me encontré con una teoría que apoyo totalmente. Según Ronson el mundo está dirigido por psicópatas. Es decir, todos y cada uno de los políticos que nos gobiernan, sean del partido que sean, tienen en realidad un fondo psicopático. Según el autor sólo llegan a la cúspide del poder aquellos que son capaces de dedicar el suficiente esfuerzo y energía a esta empresa, y que tienen la escasez de escrúpulos que se precisa para lograrlo. No sólo políticos, claro. Leo: "Hay sectores de la industria donde es particularmente difícil tener éxito si uno no tiene ciertos rasgos de psicopatía. El sector bancario es uno de ellos, como prueba que base su éxito en explotar a los clientes". Y más adelante: "A mí me asombra enormemente que hayamos creado un mundo en el que se premia y engrandece a aquéllos que tienen rasgos psicópaticos". Siempre lo sospeché: toda persona que yo he conocido con un espíritu de líder tiene esos rasgos de frialdad, de afán por la mentira, de conseguir sus propios anhelos incluso a costa de los demás, y que sabe disimularlo bien. No, no me extraña nada lo que cuenta Ronson: por lo que yo he visto el deseo de mando va unido siempre a una determinada manera de ser que pocas veces se aparta de esa patología que comenta. Es decir, toda persona a la que le gusta mandar es, por eso mismo, un psicópata en potencia. Pequeño o grande, según su deseo de medrar. A diferentes niveles, desde el encargado de planta de unos grandes almacenes hasta Angela Merckel. ¿Será por eso que tengo verdadera alergia a la gente con el carácter muy fuerte? A mí, al contrario que a la mayoría, raramente logran abducirme. El final de la entrevista a Jon Ronson (que, por cierto, podéis leer aquí) resulta enormemente tranquilizador: "si a una persona le preocupa ser psicópata, es que no lo es. Al que es psicópata le importa un bledo serlo." (Y permitidme que aclare: Ronson se refiere a las gentes que tienen atracción por el mando, ni que sea el mando pequeño y doméstico, no por la gente que en un trabajo determinado tiene que desarrollar una actividad que implica gestionar algo. Ni tampoco a aquellos que, llenos de buena fe, desean hacer más cómoda la vida de los otros asumiendo responsabilidades públicas.)

Y ya para acabar fue en marzo cuando me encontré con otro artículo en la prensa que me sosegó algo más. Por un lado siempre me desagradó la banalización de la palabra amistad en las redes sociales. Yo, que la verdad sea dicha, tengo más bien pocos amigos en Facebook (57 para ser exacto) comparado con las burradas que tiene la gente sentí una cierta calma al leer el artículo en cuestión. Porque a veces entro en Facebook  y mi muro me avisa, Fulanito ayer hizo setenta y cuatro nuevas amistades... Os juro que yo, ni que quisiera.  Pues bien, según un especialista de una universidad americana (como todos los especialistas de cosas que no sirven para casi nada): "cuanto más amigos en Facebook, más narcicista eres, lo que significa que no eres feliz." O sea, cuantos más amigos en la red, menos felicidad. Suena bien. No tengo ni idea de si es cierto o no, y supongo que da lo mismo. Lo que creo es que para ser feliz lo que se necesita es un puñado de amigos de verdad (con un puñado escogido basta) y tiempo libre para poder disfrutarlos.

dissabte, 28 d’abril del 2012

RUBIANES SOLAMENTE

El día 23 de diciembre se estrenó Pepe & Rubianes, una película documental de Manel Huerga sobre este querido cómico galaico-catalán, como él mismo se definía. No sé si en el resto de España se le conoce; si poco, si mucho, si nada. Sí sé que seguramente era mejor cómico que muchos que llenan teatros y arrasan en las audiencias, como sé también que su compromiso cívico y político le hicieron enormemente incómodo: le persiguieron, le apartaron y a la postre le redujeron hasta su temprana muerte. Si alguien no le conoce, viendo el vídeo siguiente puede entender por qué resultaba tan incómodo. La Iglesia y los fachas fueron sus grandes fijaciones, y dijo de ellos cosas tan gordas como las del siguiente vídeo.

Lo que se entiende menos es que Pepe Rubianes, el deslenguado, el maleducado, el hombre que de cada cinco palabras pronunciadas tres eran un taco, el políticamente incorrecto, se ganara el aprecio del siempre conservador pueblo catalán. Aquí se le quiso, y mucho. Y se le extraña. En la película documental de Huerga que vi hace pocos meses por TV3, con amigos entrañables como el director teatral Joan Lluís Bozzo, el cómico y ex sacerdote Carles Flavià, el sacerdote políticamente incorrecto Manel Pousa (el "pare Manel") o el cantautor Joan Manel Serrat hablando cariñosamente de él, puede comprobarse. (Todos ellos, y algunos/as otros/as que también aparecen en la película, se autodenominan Las viudas de Rubianes. Recientemente se ha originado una desagradable polémica entre ellos y la hermana y heredera del cómico, que les acusa de aprovecharse de su memoria, pero no entraré en asuntos tan desagradables que pienso que Pepe no merece).

Curiosos estos personajes, amigos de Rubianes. El "pare Manel", por ejemplo, tan inclasificable, o Carles Flavià. No es casual que todos ellos fueran amigos. El pare Manel es uno de esos curas perseguidos por la jerarquía, que hace lo que le da la gana, y que monta festivales para conseguir dinero para los pobres con lemas que le escuecen hasta el horror al señor obispo. Y Carles Flavià es un cómico muy interesante que ha abandonado el sacerdocio porque no era exactamente lo suyo: durante muchos años combinó la juerga nocturna con regresar pronto a casa para poder oficiar la misa de ocho. En una ocasión sus amigos gamberros, que ignoraban que era cura, le preguntaron por qué tenía que retirarse tan pronto (a las siete de la mañana, dónde vas a parar, eso es muy pronto si pasas las noches en los tugurios del barrio chino): él les dijo que tenía que oficiar misa. Obviamente los amigos se partieron de risa. Como el otro no puso objeción cierto día le acompañaron. Entraron en una iglesia, se sentaron y vieron, sorprendidos hasta el extremo, como su amigo de juergas aparecía con la sotana y comenzaba su trabajo. (Ante estos catalanes me da mucha rabia que actualmente los catalanes más famosos en España sean los muy aburridos de CIU, sinceramente).

Rubianes, el añorado, el admirado, se hizo popular en España gracias a una intervención que los fachas (sus odiados fachas) supieron aprovechar. Él, comprometido con la causa republicana y de izquierdas, comprometido con una España seguramente federal y nada patriotera y menos facha, se metió con la España eterna, y lo hizo con mucha gracia. Creo recordar que con motivo de la presentación de su espectáculo Lorca eran todos, espectáculo que reivindicaba a todos los muertos de la guerra en una época en que las derechas demostraron a las claras que su opción pasaba por el olvido, asistió a un programa de tv3 y allí, hablando de la unidad de España, tuvo la osadía de ser terrible. Se pasó tres pueblos pero dijo cosas que, bien entendidas, son impecables. Porque él pensaba que había otra manera de ser español. Y no se lo perdonaron. Contened la respiración y mirad el vídeo en que los fundidos en negro sirven para separar elementos para el escándalo (creo que lo montó alguien muy escandalizado).



Tras aquel escándalo se marchó a África durante mucho tiempo. Contaron en la película que a partir de entonces se le hizo difícil caminar tranquilamente por la calle: le insultaban y le aplaudían a partes iguales, pero los insultos eran especialmente crueles. Eso en Barcelona; a Madrid ni se planteaba ir, como es natural. Permaneció inquebrantable el apoyo de sus amigos de siempre (Buenafuente, por ejemplo, que le entrevistaba cada tanto, o periodistas catalanes como Om o Soler), pero la vida en la piel de toro se le hizo casi imposible (normal cuando aquí ser español implica serlo desde el lado facha de la vida). Es por eso que se largó, y se inventó que se había casado con una negra guapísima, que era lo que seguramente hubiera deseado. En la película me llamó la atención una cosa que dijo el propio Pepe, en un vídeo que grabó desde África yo creo que para un programa de Buenafuente: que la vida política española, vista desde el continente de la miseria, se le antojaba una pelea de pijos. Una pelea de pijos en la que él también participaba cuando estaba, y que por eso prefería permanecer lejos.

Independientemente de todo lo político, qué pena que se muriera Pepe, la verdad. Porque era un alma libre que salía por la tele y decía lo que ya nadie dice. Si la forma de ser español pudiera ser la que entendía él (libremente, sin imposiciones, sin elementos sacrosantos) qué cómodos íbamos a sentirnos todos en este país que machaca hasta la aniquilación a quienes no respiran el mismo aire. Ved en las fotos cómo celebraron algunos su temprana muerte. Y ved también mi admiración indesmayable por ese galaico-catalán a quien prefiero millones de veces antes que a esa idea de España que se identifica con el dominio, la censura, el odio, la agresión, la mutilación y el asco. Tenía razón Rubianes: antes África que esa España.
Y para terminar, ved lo que escribió Álex de la Nuez en su blog en el año 2007 sobre este tema: ilustrador.

dissabte, 21 d’abril del 2012

PANOTS DE BARCELONA

Los pequeños detalles cotidianos de los lugares que visitamos adquieren, a veces, categoría de icono. No me refiero a los monumentos típicos (torre Eiffel en París, Big Ben en Londres, la estatua de la Libertad en New York) sino a pequeñas cosas que observamos y que no teníamos vistas de otros lugares. Así, en mi caso, el color roma de Roma, ese color rojizo tan emblemático de los edificios de la ciudad eterna, al que dediqué una entrada en mi anterior blog. También los pinos romanos, recortados al atardecer, como sombras vigilantes de la ciudad eterna. O las ventanas de las buhardillas de París, vistas desde la calle, sobresaliendo en los tejados. O los semáforos del Berlín este, con el señor con sombrero como figurita del rojo. Quizá los perros de Atenas. En fin, detalles, aspectos intrascendentes que resumen la imagen mental de la esencia de una ciudad.

¿Cuál sería para mí el icono de mi ciudad si fuera yo extranjero en ella? Seguramente las baldosas del pavimento. Lo que en catalán conocemos como
panots. En la mayoría de ciudades no existen, tan sólo una masa de alquitrán alisado.

Hace tiempo me paseé por la ciudad fotografiando esas baldosas barcelonesas, alguna con mucha historia. Fotografié también los huecos de las baldosas robadas en el Passeig de Gràcia: son las que diseñó Antoni Gaudí, y como los turistas lo saben, si hay alguna algo suelta la arrancan y se la llevan.


El panot más original y más codiciado es pues el diseñado por Gaudí que puede verse en las fotos de arriba. En la primera en su versión original, de pequeño tamaño, tal como lo diseñó Gaudí para el interior de la Casa Batlló del Passeig de Gràcia. La segunda, una versión de mayor tamaño, que fue la que se colocó durante los años 70. Hace unos quince años volvió a restituirse la versión original, pues la mayor se rompía con gran facilidad.

El Panot Gaudí, efectivamente diseñado por el arquitecto, se ha popularizado de cara a los turistas. Se venden reproducciones, probablemente para evitar que demasiados decidan arrancar los panots de las calles. De hecho el ayuntamiento debe gastar unos 150.000 euros anuales en reponerlos, como se cuenta en esta crónica.
Pero hay otros panots barceloneses tanto o más emblemáticos. Probablemente el más famoso es el conocido como Rosa de Barcelona: la flor o, según algunos, trébol de cuatro hojas que parece que se debe a un diseño del también arquitecto modernista (y presidente de la Mancomunitat) Josep Puig i Cadafalch. En el portal de la casa Ametller, también del Passeig de Gràcia, puede apreciarse una baldosa originalmente diseñada por Puig i Cadafalch que se parece muchísimo a la que después llenaría las calles de toda la ciudad. Esta es la Rosa de Barcelona:
Debo decir que cuando visité Bilbao descubrí la loseta bilbaína que es casi idéntica a la de Barcelona pero el dibujo es más pequeño y con unas líneas que salen de cada uno de los pétalos. Naturalmente prefiero la original de Barcelona. Este panot, yo creo que el más famoso y común, ha generado también un abundante merchandising: bolsos, anillos, chocolatinas.




Esta Rosa de Barcelona también ha inspirado el panot circular rosado que indica las principales paradas de la ruta modernista de la ciudad. Encontrarse uno de estos significa que te hallas ante un edificio representativo de la ruta.
Existen otros panots también bastante frecuentes. Todos ellos han sido fabricados y diseñados por la casa Escofet & Cia., inspirados en dibujos de esos grandes arquitectos y dibujantes, desde que en 1916 ganara un concurso público, como se cuenta en dos entradas del blog del amigo Miquel, Tot Barcelona: aquí se habla en general de los panots y en esta otra entrada de las características y creación del llamado panot hidráulico.

Veamos los otros panots característicos. Los dos primeros creo que ya no se ponen. De hecho, el primero resulta bastante inusual aunque todavía es posible encontrar alguno en el pavimento de algunas zonas. El segundo, con las tres circunferencias concéntricas, se ve más aunque dudo también que se esté poniendo en estos momentos. Los tres últimos creo que todavía se usan: el de los cuatro ojos, y los dos modelos de tableta de chocolate: 2x2 y 3x3.




Gracias al blog de Miquel que he citado antes y al blog Barcelofilia he descubierto otro modelo de panot que no conocía, que de hecho ni siquiera he visto: debió de ponerse hace mucho tiempo. Es el llamado panot de la rosa.

Existen otros modelos, más recientes y con menos pedigrí. No tienen siquiera nombre, que yo sepa. Son los modelos que se han ido colocando en estos últimos años para los bajantes de la calzada, para señalar las paradas de bus o para pavimentar otras zonas de la ciudad.




Y entre los panots emerge el recuerdo de un elemento muchísimo menos estético y más revolucionario: la llamborda (el adoquín). La llamborda casi ha desaparecido en Barcelona, aunque es posible recuperarla en algunos lugares dispersos. Siempre me he preguntado si su sustitución, además de atender a criterios de comodidad, no se debe también al tremendo recuerdo de las barricadas que se levantaron durante la llamada Setmana tràgica cuando la Barcelona obrera se levantó contra una aristocracia y una Iglesia que condenaban al obrero al esfuerzo inhumano y a la muerte en guerras lejanas. Remito a otro blog amigo, Barcelona Antiga, que también se ocupó del tema en una entrada.

Para acabar quiero dar las gracias a Mari Trini por la información y los enlaces. Ya hace tiempo me remitió a los blogs que aquí cito. Su mismo blog creo que resulta imprescindible para conocer elementos históricos y de la realidad actual de la ciudad de Barcelona. Y, ya puestos, gracias también a Josep Estruel por presentarme el blog de Mari Trini.

diumenge, 15 d’abril del 2012

LLUEVE EN CAMBRIDGE

En un país como el nuestro que está sucumbiendo a la desertización, que siempre tiene ese problema latente, sólo puedo entender el odio a las incomodidades de la lluvia desde la misma raíz del egoísmo humano. He visto gente que, tras tres meses sin una gota de agua, se quejaban porque se ponía a llover. Porque la lluvia resulta efectivamente incómoda, estropea los peinados, y nos entumece si tenemos una cierta edad. No, no puedo con eso, no puedo permanecer impasible a esas quejas: para mí es como si la persona se quitase la máscara amable y mostrase su rostro depredador.
En estos días que está lloviendo poco o mucho, pero que al menos llueve, me apetece traer una anécdota reciente. El verano pasado estuve en Inglaterra y descubrí una vez más la incomodidad de la lluvia pero también su generosidad. No hay día en que no caiga algo (por eso me cuesta tanto entender la mala prensa que tiene la lluvia en nuestro país: si lloviera cada día como en Inglaterra podría entenderlo). A cambio de tanta lluvia unos paisajes verdes de ensueño y mucha vida por todas partes.


Un día nos escapamos a Cambridge, que por cierto es un pueblo absolutamente aconsejable, lo mismo que Oxford. Aunque el día amenazaba lluvia (de hecho, como cada día) yo miré el cielo mediterráneamente y me calcé mis sandalias (aquí, en Barcelona, cielo encapotado no es sinónimo de lluvia). Pero llovió, vaya si llovió. Justo al salir el tren de la estación de Kings Cross comenzó a caer un aguacero espectacular. Es fácil deducir cómo acabé con los pies. También imaginar cómo me miraban maravillados los lugareños. Y también lo que llegué a reírme (¿para qué enfadarse constantemente por las anécdotas que nos depara la vida?).

Allí, en Cambridge, en plena lluvia, tras disfrutar de la visita a la capilla del King's College, vivimos uno de esos momentos afortunados. Es decir, un momento en que, si acompaña la disponibilidad de ánimo, se aparecen todas las musas de la felicidad. Caminamos hasta el puente (bridge) que pasa sobre el río Cam; está dentro de la propiedad del King's College y es un lugar ameno para el paseo y el relax de los estudiantes. No me importaban casi nada ni el estado deplorable de mis pies en sus sandalias ni que el paraguas sirviera de muy poco. Llegué al puente y contemplé el paisaje verde, intenso, las gotas de lluvia rompiendo el cristal del río, las barcas pasando por debajo del puente, alguna vaca cercana que lo miraba todo con la tranquilidad de su costumbre, la capilla del King's unos metros más allá.

Y no hubo más. Pero tampoco fue necesario. Los momentos de plenitud suelen ser así de modestos. (Y que siga lloviendo).

dijous, 12 d’abril del 2012

PERIPLO

El 31 de julio de 2009 publiqué una entrada en mi primer blog que ahora quiero recuperar. Se titulaba "Memòria d'anar a la feina" i en ella contaba una experiencia fotográfica: cierta mañana de aquella primavera pasada había salido de casa con la cámara de fotos preparada y había ido tomando fotos de todas las escalas de mi recorrido matinal e inevitable: salida de casa, metro en dirección a la estación de tren, transbordo, llegada al tren... y así hasta el cansancio (el mío diario, no en vano, dado que trabajo fuera de Barcelona, tomo tres transportes para ir a trabajar y otros tres para volver a casa, transbordos aparte).


El otro día me topé con esa entrada y me sirvió para darme cuenta, casi tres años después, de varias cosas. Primera, que mi vida en ese sentido sigue igual. La ruta que hacía entonces es exactamente la misma que hago ahora, y que llevo haciendo desde hace tantos años. Segunda, que cuando hablan de ir a trabajar a Laponia si es necesario a mí, desde luego, no me pilla de nuevo. Siempre me he movido para ir a trabajar, siempre. Con las oposiciones recién aprobadas estuve tres años trabajando a casi cien quilómetros de Barcelona. Luego seis a ochenta quilómetros. Ahora soy feliz porque trabajo sólo a veinte. Y sí, pienso que hay gente un poco comodona que quiere que le traigan el trabajo a casa; permitidme que lo diga.

Pero me di cuenta de más cosas. Por ejemplo, que las obras en la Sagrera de las que hablo en la entrada todavía siguen. ¿Por qué duran tantísimo las obras en este país? O de otra cosa: que mis cafés matinales se han visto radicalmente reducidos por problemas con la tensión.

Y finalmente la entrada que ahora recupero me hizo pensar en otra que en estos días está de actualidad: que los restrictivos presupuestos del Gobierno central son especialmente restrictivos con Catalunya. Leed esto, por ejemplo, donde se glosa que la inversión de Fomento en las cercanías catalanas, que son las que servidor utiliza a diario y que salen en las fotos, ha bajado un 95% mientras que la inversión en cercanías madrileñas ha subido un 25. Y eso no es baladí: en el punto exacto donde servidor toma el tren ha habido en menos de un año dos accidentes: en ambos casos un tren ha arrollado a otro que estaba parado en el andén. El motivo: una señalización incorrecta. Inversión para solucionar el problema el próximo año: cero euros.

Siento mucho acabar mi addenda actual a tan amena entrada de forma tan desagradable, pero es así. Y que nadie se confunda: esto no es una crítica al uso contra el PP. Es una crítica contra el PP además de una crítca contra la connivencia española ante el habitual maltrato económico que el Estado comete contra mi país. Contentos me tienen entre unos y otros.

Y ahora la entrada del 2009. Veréis mi sombra.

"N'hi ha que es queixen d'haver d'agafar el metro per anar a la feina. No seré pas jo qui els critiqui, tothom té dret de queixar-se del què vulgui, faltaria més. A continuació us mostro el repertori de transports diaris que segueixo jo. No és per victimisme, que m'ho passo molt bé i llegeixo molt. I a més m'he mogut tant per anar a la feina que ara sento que treballo al costat de casa. Demano disculpes per la qualitat d'algunes imatges: una de les meves característiques de bon matí són les presses.

Sortida de casa. El rellotge marca dos quarts i deu de vuit. Som-hi cap al metro (llicència: si l'amenaça de fer tard és molt real, agafo un taxi, com els milionaris).


Primera parada, el metro. Línia blava. Característica general: tot està molt buit, o si més no, força buit comparat el tràfec de d'altres hores.



Tant de bo el metro em portés directament al tren. No és així. Això vol dir: enllaç. És el moment d'esperar que el proper metro no trigui i que les escales no siguin plenes. No hi ha res més frustrant que veure com el metro s'escapa perquè un no pot anar més depressa per culpa del tap de gent.
Ara línia vermella... El metro ha d'arribar encara. El gran problema dels transbordaments és el temps que triguen els metros. Depenent de la sort un viatge por durar deu minuts o vint-i-cinc. Si les coses van mal dades millor no mirar el rellotge.



Arribats a Renfe, segon transbordament. Escales, més i més escales, pujar i baixar. Passadissos. Músics (per cada un de bo, dotzena i mitja d'esgarrifosos). I presses. Si arribo amb temps a Renfe puc prendre el cafè al bar de l'estació. Si hi ha perill de què el tren fugi, el cafè haurà d'esperar.


I finalment arribada a l'estació de Renfe, amb el temps just, és clar.


Sol passar que la megafonia anuncïi l'arribada del tren. Així que mirada de reüll al bar de l'estació.
El tren espera(?) aturat a la llunyania. Una foto (moguda, és clar) i carrera.

Comença el trajecte fora de la ciutat. Observació discreta i lectura.


I mirar per la finestra. El particular paissatge, les obres de la Sagrera, el pont del Besós...


O fantàstics edificis a primera línia de mar...



O la Nacional que voreja la costa.
O el mar, tan relaxant.

O edificis modernistes que contrasten amb els grans blocs.



I finalment algun port esportiu.
Un cop arribats a lloc no es pot tampoc perdre el temps. Serà el moment del cafè, si es pot...



El dilema és prou clar:
Hi ha temps, poc però n'hi ha. Així que cap a l'esquerra (sempre m'agrada més anar cap a l'esquerra). Afortunadament al bar no hi ha ningú (no sól pas ser el més habitual, generalment aquests bars d'estacions estan sempre plens de treballadors que de bon matí ja es prenen el que ells anomenen "barrechas" que no és una altra cosa que conyac amb força anís... sempre m'ha estranyat que no hi hagi més accidents laborals).

Si a l'estació no hi ha temps pel cafè (és una obsessió meva de tots els matins, com es pot veure) sempre resta el recurs de la màquina de la feina que fa els pitjors cafès del món, com sol passar amb aquestes màquines. Bons són, de totes maneres, quan no hi ha res millor. Aquesta és la màquina dels mals de panxa...

Que hi hagi temps no significa que hi hagi molt temps. Per això, des de sempre, els meus cafès in itineri són sempre cafès amb gel, encara que nevi. Així un evita haver d'esperar que s'arrefredin.
Després del cafè arriba el moment de l'últim transport de la jornada (bé, de la jornada no, que després s'haurà de tornar a casa i desfer el trajecte): un autocar que té la particularitat de ser alguns dies extremadament puntual i d'altres absolutament impuntual.



I ja finalment, una estona de camí abans d'arribar.

Són ja gairebé les vuit."

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