Para todos los amigos que aún no lo sepan he abandonado este blog y he abierto otro. Ahora me encuentro en Accés a Maians, lugar en el cual voy colgando las nuevas entradas y donde me gustaría encontraros a todos.

dilluns, 28 de novembre del 2011

ZARAGOZA, EL AVE, EL FUEGO Y JAIME PEÑAFIEL

Este verano estuve en Zaragoza. Era la segunda vez. La primera fue cuando tenía dieciséis o diecisiete años. De aquella primera visita permaneció, sobre todo, el impacto de la Aljafería. Se trataba de comprobar ahora si realmente valía la pena o fue una pequeña fascinación debida a la inocencia de la juventud extrema. Como cuando relees un libro treinta años después: no todos pasan, lo sabemos bien, la prueba del tiempo.

Como en Barcelona tenemos AVE, caro pero eficaz, decidimos tomarlo de buena mañana, y regresar después de comer. En dos horas nos íbamos a plantar en la ciudad del Ebro, veríamos lo más destacado, y volveríamos puntualísimos, sin habernos siquiera despeinado. O eso creíamos nosotros (es evidente que siempre la vida puede más y te reserva sorpresas no siempre gratas).

Zaragoza es una ciudad pequeña que merece mucho la pena. La zona antigua, los aledaños del Pilar, el mercado, las callejas... El Pilar es enorme y merece la pena verse, a pesar del estilo arquitectónico. (Es curioso, tanto que me gusta el barroco en pintura y literatura, en cambio en arquitectura prefiero de lejos la sencillez del románico o la fastuosidad vertical del gótico). También la Seo, la Catedral, muy cercana al Pilar. Y el río detrás, en una de esas típicas imágenes de la ciudad.
La Aljafería no me desengañó en absoluto. Es tal como la recordaba: un vestigio de esos reyes moros de la épica francesa (y española). Un paraje de enorme delicadeza árabe, una sorpresa encantadora. En ella están ubicadas las Cortes aragonesas y sus dependencias. Hicimos la visita de rigor y descubrimos, cómo no, que los encantadores Reyes Católicos dejaron su delicada huella, como solían hacer (es irónico, claro).

Tras comer en un agradable restaurante volvimos a la estación Delicias para regresar a Barcelona. En dos horas íbamos a estar en casa. Pero, como sucede a veces, o quizá mejor, como sucede siempre, el hombre propone y la vida dispone lo que le da la gana. Mientras íbamos hablando de las excelencias del AVE (qué rápido, que agradable, qué cómodo) el tren se detuvo en seco. Pensamos, cómo no, que se trataba de una parada técnica sin importancia.

Cuando llevábamos media hora era evidente que había ocurrido algo. Comenzamos entonces a deslizarnos por la vía a velocidad de tortuga. Lleida permanecía al fondo, lejana y sola (otra ironía). La bordeamos y continuamos, al mismo paso de tortuga, en dirección a Tarragona. Hasta que una nueva detención, con los consabidos chasquidos de lengua alrededor, hizo suponer que la cosa sería aún peor. Una amable señorita nos informó por megafonía que debido a un incendio íbamos a permanecer detenidos un rato más.

En concreto la minucia de media hora. Continuamos luego, a la misma ínfima velocidad de crucero. Una liebre nos hubiera adelantado. Miramos el reloj. A esa hora teníamos que estar llegando a Barcelona-Sants.

Cuando estábamos a punto de llegar a Tarragona se detuvo el tren de nuevo. La misma señorita que nos había hablado antes nos informó que debido a un agravamiento de la situación del fuego nos veíamos obligados a regresar a Lleida. Dicho y hecho. El tren volvió sobre sus propios pasos deshaciendo el camino andado. En media hora entrábamos en la estación de Lleida-Pirineus (que así se llama, aunque los Pirineos caigan a tres horas en coche). La estación estaba repleta de AVES, de TALGOS y de gentes diversas procedentes mayormente de la Villa y Corte. Todos en pie, fumando en los andenes, vociferando, gritando otros, amarrados a las botellas de agua, soportando el insoportable calor de tarde de julio. Y se dio entonces una de esas situaciones incómodas pero con un punto divertido.

La simpática señorita que se iba asomando ocasionalmente a la megafonía dijo en su mejor tono que nos dirigiéramos al vestíbulo de la estación. Iban a habilitar autocares que nos iban a transportar a la estación de Tarragona, lugar donde tomaríamos otro tren que nos llevaría en un santiamén a Barcelona. Eso sí: los autocares iban a ser ocupados por estricto orden de llegada al vestíbulo. Podéis imaginaros el resto: carreras, empujones, gritos, caídas. Los pijos madrileños del barrio de Salamanca perdieron toda compostura de clase y se tiraron a codazos, que de eso saben.

Servidor, en estas circunstancias, no pierde la calma. No es mérito: lo que ocurre es que no me gusta correr, y pienso, ya no viene de media hora. A quien sí le venía era al insigne periodista del corazón Jaime Peñafiel que, ataviado con su corbata, el pañuelito blanco asomando por el bolsillo de la americana y perfectamente maquillado, se dispuso a llegar rápido a la cola porque tendría algún programa en Barcelona aquella noche. Todos nos dispusimos a guardar nuestro turno en una cola quilométrica pero como siempre ocurre también en estos casos, la gente es aficionada a la trampa y a colarse. Con las consiguientes quejas y protestas de los obedientes, entre los cuales me proclamo a mucha honra.

El calor era tremendo, como suele ser en mi ciudad natal. Todos seguíamos allí, bajo el sol justiciero, esperando los autobuses que no llegaban, o llegaban poco a poco. Miré entonces al periodista Jaime Peñafiel. El sol había comenzado a afectarle al maquillaje. Mucho menos encantador que en la tele, parecía que acababa de meter la cara dentro de un plato de aceite.

En cuando llegaron los autocares (una horita de cola) nos llevaron a Tarragona donde, tras una hora y media de trayecto por la Nacional (la autopista también estaba cortada) tomamos un tren que nos dejó en nuestra ciudad cinco horas y media más tarde de lo que el rapidísimo AVE había previsto.

Lo peor no fue eso, lo peor no fue ni siquiera haberse topado con J.P. Lo peor, y de largo, fue el incendio; esa lacra de todos los veranos. Pero ese sería otro tema.

dimarts, 22 de novembre del 2011

LONDON TAXIS

(¿Esperaba alguien una valoración de las elecciones del domingo? Yo sí. Yo sí esperaba hacerla. Mejor dicho: la hice, la redacté. No una valoración al uso, que ni soy analista político ni tengo ningún interés en serlo. Lo que escribí fue solamente un apunte de urgencia. Pero todas las retóricas nos aconsejan no redactar en caliente. Y más que me lo aconsejerían a mí, que tengo tendencia al desaliento exaltado. Así que ahí queda esperando. Dejemos que se enfríe, como la sopa. Y más adelante, la semana próxima por ejemplo, os cuento lo que pienso de este país azuloscurocasinegro. De momento, prefiero ponerme colorista.)


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Este verano pasado estuvimos en Londres, ciudad alucinante, un New York a la vuelta de la esquina. Era la segunda vez que íbamos, y nuestra idea era patear lugares y museos que habían quedado pendientes y acercarnos a Cambridge, Oxford y Liverpool. Debo decir que Londres me gustó más esta segunda vez. Probablemente porque he sabido entender que, sin ser una ciudad bonita como puede ser París, es una ciudad vivísima, cosmopolita, en la que se cuece todo. Una New York a hora y media de avión. Un lujo, vaya. Diré sólo que conté, en los teatros del centro, unos quince musicales, ¡quince! Además de unas treinta obras de teatro, sus dos óperas y un cine en cada esquina. Sin contar con los museos: el British (esta vez no fuimos), la National Gallery (maravillosa) y las dos Tate Gallery (la clásica y la moderna). Pero podría hablar también largo y tendido de Harrod's, y de su excelente té negro. Pero será otro día.

Londres parece una ciudad nada amable. Es trepidante, eso sí, pero olvida a la gente y sus circunstancias (a quienes no son jóvenes, me refiero). Son muchísimo más humanas nuestras ciudades. Por poner un ejemplo: un billete de metro cuesta la friolera de cuatro libras con veinte. Existen abonos y demás, pero el precio es excesivo desde todos los puntos de vista.

Por culpa de estos precios en el momento de movernos preferíamos ir en taxi. Primero porque, curiosamente, el taxi está a un precio parecido al de Barcelona, y por tanto en comparación con el metro resulta económico incluso. Y en segundo lugar, porque Londres, al ser una ciudad de callejas estrechas y no en forma cuadricular como el ensanche barcelonés, tiene muchísimos menos semáforos, y va más deprisa. También nos desplazamos bastante en autobús, más económico que el metro.
Siguen existiendo los típicos autobuses rojos de dos pisos, sin puertas, pero hay menos que la primera vez que fui. Su uso ha quedado reducido prácticamente a los turistas. Recuerdo que, hace diez años, cuando me subí por primera vez, me sorprendió la empinada escalera que ascendía al piso superior. No tenían puerta y no se detenían en las paradas, sino que la gente saltaba entrando y saliendo aprovechando los semáforos. Una locura. Ya entonces pensé, ¿cómo harán los viejos de Londres para tomar transporte público?

Los taxis londinenses son los más cómodos del mundo. Amplios, altos, grandes. No tienen maletero, así que pones las maletas contigo y no te cobran suplemento. Al taxista se le habla desde fuera, colocándose uno al lado de la ventanilla (atención, lado derecho, ya se sabe). Y cuando uno ha llegado se le paga también desde fuera. Y además incorporan publicidad. Ya no son negros, como antaño, o al menos no son negros todos, sino de vivos colores, anunciando espectáculos y viajes. Resultan vivos, cambiantes, como la ciudad misma.

dimecres, 16 de novembre del 2011

LA PERRA ENFERMA

Jaime Gil de Biedma mantuvo siempre su homosexualidad en el ámbito de lo íntimo sin llevar a cabo lo que ahora se define como "salida del armario". Las presiones familiares (una estirpe castellana de rancio abolengo transplantada a Barcelona) y laborales (un cargo directivo en Tabacos de Filipinas) aconsejaron vivir su vida sin expansiones de ningún tipo. También es cierto que los camareros de los restaurantes que frecuentaba recordaron durante muchos años que fue de los primeros en ir a cenar con sus sucesivas parejas sin ocultar nada. Pero en cualquier caso, nunca se mostró públicamente para el gran público. Eran otras épocas y nuestros años 60 malos tiempos para cualquier forma de lírica.

Por eso cuando, ya enfermo, acudió a la Residencia de Estudiantes para dar una lectura de poemas un jovencito le pidió que recitara el poema Loca, el jovencito ensayó una pícara sonrisa de entendido. Gil de Biedma no le siguió el juego. Recitó el poema sin inmutarse. La loca era una mujer, creían los que menos se enteraban. El jovencito sabía que una loca es un gay afeminado, en un prototipo de la marginalidad que a medida que la homosexualidad se va normalizando va desapareciendo o viéndose menos.

Desde esta perspectiva el poema es, quizá, más doloroso. Porque la loca es, además, un ser marginado por su opción sexual. Una perra enferma de soledad.

La noche, que es siempre ambigua,
te enfurece -color
de ginebra mala, son
tus ojos unas bichas.

Yo sé que vas a romper
en insultos y en lágrimas
histéricas. En la cama,
luego, te calmaré

con besos que me da pena
dártelos. Y al dormir
te apretarás contra mí
como una perra enferma.

dijous, 10 de novembre del 2011

SOY PEPERO (Y TEMPLÉ MI CORAZÓN CON PICO Y BARRENA)

Cuando el día 20 gane Mariano, España será más que nunca España. Yo, lo sabéis, lo espero como agua de mayo.

Será más que nunca España porque volverán las máquinas a centrarse en los raíles de la ortodoxia. Porque, digámoslo claro, el Partido Popular no es una derecha como tantas: es una derecha que recoge el franquismo sociológico que jamás pidió perdón. Es tiempo de poner las cosas en su lugar: probablemente no fue tan malo ese franquismo. ¿Marginó y castigó un poco? Nadie es perfecto. Los periféricos sufrieron cuarenta años de prohibición cultural sistemática, pero las circunstancias históricas fueron las que fueron. Y en el fondo, no sé qué diferencia hay entre estar enterrado en un cementerio y estarlo en una cuneta. Finalmente, ¿que no había democracia? Vaya democracia de mierda que tenemos ahora, si me permitís que lo diga. No, que no os engañen. Franco fue un buen hombre: el hombre necesario. Su represión nos vino que ni pintada, y España evolucionó muchísimo. Y encima no existían independentistas... (o si existían se les callaba rápido)
Como el PP representa esa España, por eso estoy contento y cuento las horas para que llegue Mariano. Y además existe otra bendición: el Partido Popular representa también el pacatismo moral, la religiosidad extrema, la moralidad dirigida, la España negra de Frascuelo y de María, la vida conventual, monástica, censora y pascual. Y eso es otra cosa maravillosa. A partir del próximo 20, fuera aborto, fuera pedir la opinión a las mujeres y que libremente puedan elegir, fuera matrimonio gay, esa aberración, vuelta a los valores inmortales y tradicionales. Cuando se produzca el momento del histórico triunfo si no grito Viva España no será porque no lo sienta: será porque me dará pavor equivocarme y gritar Viva Honduras.

Vayámonos haciendonos a la idea de la dicha inconmensurable que nos espera. Os traigo dos vídeos. Vamos a por el primero. Dadle al play, cerrad los ojos y dejaros arrobar por esos cantos papales extraordinarios. ¿No es maravilloso que vaya a ganar el Partido Popular? Decidme, ¿no es maravilloso eso?



Y ahora os voy a contar un secreto visionario: las alturas habían señalado este momento desde hace años. La gente no sabe leer las señales, porque si las supiera leer hubiera sabido que no falta demasiado para el cambio. Os cuento de qué signo se trata.

En tiempos de carestía y pobreza de vocaciones religiosas una encantadora muchacha castellana llamada Verónica Berzosa decidió hacerse monja. Al poco se convirtió en abadesa y al poco, también, fue llenando su convento de nuevas vocaciones: chicas guapas y pijas, hijas la mayoría de familias de kikos, del opus, de legionarios, y de otras bendiciones divinas. En no mucho tiempo se le quedó pequeño el convento y le montaron otro. Y, al poco también, le permitieron a Sor Berzosa crear su propia congregación que vistió unos hábitos hechos con tela vaquera (os lo juro, de tela vaquera, para marcar más esa juventud). Naturalmente, en épocas de pobreza vocacional, la gesta de la nunca perezosa sor Berzosa está adquiriendo por la región vaticana connotaciones de milagro. Ha sido recibida por el Papa, al cual le dio un abrazo efusivo y un beso (casto), y la han visitado los portavoces de la jerarquía para bendecir su trabajo. Aquí tenéis un vídeo que os pido, por favor, encarecidamente, que veáis hasta el final. Vais a moriros (de gozo), vais a flipar (en un sentido místico), vais a trasladaros a las regiones lucientes del alma castellana de tradición teresiana y vais a sentiros más que nunca orgullosos de ser hondureños, digo españoles.

¿Qué otra España podía estar anunciando el milagro de Sor Berzosa? Una España del PP, o sea, déjate.

Os bendigo a todos. Y el día 20, votadme bien. Démosle una alegría a esta santa.

¿Queréis más señales del advenimiento de la nueva era? Mirad el calendario y veréis qué día es hoy. Todo se conjuga, como cuando a Moisés se le abrieron las aguas. Que tengáis, pues, un feliz 11/11/11, mientras seguimos esperando al mesías Mariano.

divendres, 4 de novembre del 2011

PERIÓDICOS GRATIS PARA VOTANTES INDECISOS

Hace cinco o seis años estuve trabajando en un instituto al cual llegaba el diario El Mundo. No sé en otros lugares de España pero en Catalunya El Mundo no tiene muy buena prensa, o al menos levanta muchas susceptibilidades. Todos los institutos suelen estar suscritos a un periódico (generalmente El País, La Vanguardia, El Periódico o Avui, a veces a más de uno). Pero, ¿suscrito ese instituto a El Mundo? Extraño.

Lo hablé con varios compañeros. Todo el mundo parecía molesto y extrañado. Una compañera y yo preguntamos por esa extraña suscripción. El director, muy amable, nos confirmó que el instituto no le pagaba ni un duro al periódico. Sencillamente, no se sabía si por error o porque alguien lo pagaba de su bolsillo (dio un tono especial a esta posibilidad), el periódico había comenzado a llegar al centro hacía ya cuatro o cinco años.

Cuando pasaron las semanas y fui conociendo más a los compañeros descubrí el verdadero sentido de las palabras del director. Uno de ellos, ideológicamente bastante definido, consumía El Mundo con verdadera voracidad y supuse que todo venía de él. Pero la duda persistía: ¿costeaba con su dinero la suscripción?

Meses después, durante una cena de fin de semana con gente ajena al trabajo comenté el tema con una amiga que coordinaba las tareas de un geriátrico. Me dijo, muy sorprendida, que también en su centro de la tercera edad recibían El Mundo, sin que nadie lo hubiera pedido. Y me aseguró que nadie pagaba esa suscripción fantasma.

Desconozco si ocurre en otros lugares. Pero desde entonces me pregunto si podría ser que personas afines ideológicamente a ese periódico, cuando frecuentan (como trabajadores, como usuarios) un centro por el que pasa mucha gente, avisen al periódico en cuestión, abriendo la vía de una suscripción gratuita. A nadie se le escapa la ideología de ese diario, ni se le escapa que a los votantes hay que convencerlos en una labor de zapa, lenta, diaria, cotidiana, indesmayable. ¿Que pierden dinero distribuyendo periódicos gratis? No pasa nada: para algo están las subvenciones públicas y el agradecimiento de quienes llegan, cuando llegan. No acuso: me limito a suponer.

Y la primavera pasada, paseando por una localidad cercana a Barcelona, atiné a pasar por delante de un geriátrico. Y allí, en la calle, había un montón de Mundos del día, apilados sobre una silla (la cámara confirma que no miento). Quien pasaba por la calle podía servirse, como si se tratara de un periódico gratuito. Dentro, en los jardines, los abuelos paseaban tranquilos, mientras otros, bajo una pérgola leían ceñudos lo que les contaba un periódico que ni habían comprado ellos ni había comprado nadie. Me gustaría saber si alguien conoce algún otro caso de ideología servida gratuitamente mientras llega el día de las elecciones.

(Ya comenté en el blog que, en campaña y precampaña, en Rodalies de Catalunya, servicio de tren del que soy usuario, regalan diariamente La Vanguardia, periódico afín a CIU, como se sabe. La cosa comenzó en las anteriores autonómicas, siguió en las municipales (al final de mi entrada sobre Montilla está la foto) y ahora se está repitiendo. Se inicia aproximadamente dos meses y medio antes de la jornada electoral. Una vez pasado el día de las urnas, se acabó el diario gratis).

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